Paris ¿Je t’aime?

París, la ciudad del amor, reconocida mundialmente como una de las ciudades más bellas en el mundo, recibe millones de turistas cada año, pero ¿es realmente tan bella cómo dicen? Aquí te cuento un poco mi experiencia.

Esta famosísima ciudad me recibió como turista por allá en el 2010, cuando llegué por primera vez en Europa, en el 2016 me adoptó como una parisina durante un tiempo y desde el 2017 hasta hoy, trabajo de vez en cuando en esta capital, pero ¿cuáles fueron mis impresiones?

En el 2010, París me hacía pensar en Amélie Poulain, el Moulin Rouge, la Torre Eiffel… y el típico acordeón francés tocando la “vie en rose” de Edith Piaf, efectivamente era una gran fascinación descubrir la capital donde se han grabado miles de películas y que yo había visto tan solo en fotos y videos. Puedo decir que estaba maravillada y solo veía el lado “bonito” de esta ciudad, como suele ser en la mayoría de las ciudades a donde uno va como turista.

Me parecía chistoso ver la gente que iba de todos lados en el metro, escuchar el idioma francés y no entender nada me daba mucha curiosidad, esto también me motivó a querer mejorar en ese idioma. La primera impresión había sido buena y me fui feliz de haber descubierto esta ciudad.

Después de haber vivido un año en Lille, en el norte de Francia, tuve que mudarme a París en el 2016 para poder iniciar mis prácticas profesionales.

Siendo honesta: los dos primeros meses fueron una pesadilla, los “departamentos» eran minúsculos, 10 m2, por un precio muy elevado, imposible pagar con un sueldo de practicante. Cuando por fin encontré un lugar correcto donde vivir, había problemas de los que no me di cuenta cuando lo visité, por lo que tuve que recomenzar mi búsqueda.

No tenía lugar seguro donde vivir, ahora yo era parte de la gente que corría de todos lados en el metro y no era ni chistoso ni bonito. Tener que entender toda la burocracia francesa también fue muy difícil.

Encontrarse lejos de la familia y amigos en una ciudad tan grande era muy duro, no entender completamente lo que me decían también me frustraba. No me sentía cómoda viviendo allá, así que regresaba a Lille todos los fines de semana y me alejaba de todo el bullicio de la gran ciudad.

Finalmente, después de dos meses, encontré un lugar donde vivir, mejoró mi ánimo, las cosas empezaron a acomodarse y es cuando realmente empecé a disfrutar vivir en París. Después del trabajo podía ver a mis amigas, los fines de semana visitaba museos y salía con mi novio, empezaba a descubrir el París que estamos lejos de conocer cuando se viene solo en modo turista, una vez más la ciudad volvía a ser tan “charmante” como lo era en mis recuerdos.

Cuando me tuve que ir y después de todas las experiencias buenas y malas, debo admitir que estaba un poco triste. Había hecho amigos, me había encariñado con mi rutina “parisienne” e incluso extrañaba la panadería donde hacían el baguette que tanto me gustaba. Regresé a México dos meses en el inicio del 2017.

Al volver a Francia, tuve que buscar trabajo. Tenía dos ofertas, una en París y otra en Lille, pero no lo dudé, yo quería vivir en el norte, donde tenía amigos, mi nueva familia y ya en ese entonces, mi esposo. La calidad de vida es mucho mejor en provincia, eso es algo que aprendí a apreciar durante mi estancia en la capital.

Hoy en día, en mi trabajo, tengo viajes constantes a París, digamos que tengo un equilibrio en mi dosis: lo suficiente para no extrañar y tampoco demasiado para no sentirme ahogada por la rutina del metro, trabajo y casa, “métro, boulot, dodo” de la qué se quejan muchos parisinos.

La Lumière